La más grande obra

(el atentado del 11 de septiembre)... Bueno, lo que pasó es, claro —y ahora todos ustedes deben ajustar sus cerebros— la mayor obra de arte jamás realizada. El hecho de que espíritus hayan alcanzado con un acto algo con lo cual nosotros, en música, nunca soñamos, que personas practicaran por diez años loca, frenéticamente, para un concierto. Y después morir. [Titubeando.] Y esa fue la mayor obra de arte que existió para el Cosmos entero. Solo imaginen lo que pasó ahí. Personas tan concentradas en una sola ejecución y cinco cientos conducidas a la Resurrección. En un momento. Yo no podría hacerlo. Comparado con eso, nosotros somos nada como compositores […]. Es un crimen, por supuesto lo saben, porque la gente no estuvo de acuerdo. Ellos no acudieron al “concierto”. Eso es obvio. Y nadie les dijo que serían muertos en el proceso.
Reconocer la estética en los actos de terrorismo, incluso una estética positiva, no condona o justifica estas acciones, porque en el terrorismo la estética nunca viene sola. Reconocer su presencia tal vez nos ayude a entender la peculiar fascinación que el público tiene por eventos del teatro del mundo. Estos son, de hecho, actos de gran drama que nos fascinan por su marcada sublimidad. Pero el vigor teatral que nos impresiona con sus imágenes está indisolublemente ligado con su negatividad moral, e identificar estas con su sublime negativo es condenarla más allá de toda medida. Como un agente de la esfera social, el arte afecta al mundo entero. “Por atacar la realidad, el arte se vuelve realidad”