La venganza de los zombies gang bang

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La Lengua de los Humanos

Un sabio que estudiaba Historia Natural quería saber si las lechuzas eran tan inteligentes como decía la gente, y capturó a una con una trampa.
-Si sabes decirme cuál es la mejor característica de los seres humanos y cuál es la peor, te dejaré marchar - le dijo a la lechuza.
Lo mejor de los seres humanos es su lengua - dijo la lechuza sin vacilar.
Su afirmación sorprendió al sabio.
- ¿por qué crees que es así?- preguntó.
- Con la lengua los seres humanos hablan de toda clase de cosas - respondió la lechuza -. Con ella cantan y cuentan historias, advierten a los demás del peligro, se consuelan unos a otros, animan a los que están tristes y comparten todo tipo de conocimientos fascinantes.
- ¿y cuál es la peor característica de los humanos? - preguntó el sabio.
- Su lengua - volvió a decir la lechuza sin dudar.
- ¿Cómo es posible que la lengua sea tanto la mejor como la peor parte de los humanos? - preguntó el sabio.
- Porque la utilizan también para difundir chismes, para engañar y hacer daño a los demás. Con ella conspiran para asesinar y crean confusión.
El sabio decidió entonces que la fama de inteligente que tenía la lechuza quedaba justificada.
Fábula, Siglo VI a.c.
Atribuido a Xanthos, maestro de Esopo.

Relatos de los Tiempos Merovingios

... No había distinción alguna de raza ni de estado; bárbaros o romanos, prelados o caudillos, todos los hombres que se se creían fuertes por el poder o la riqueza luchaban a cuál más en turbulencia y ambición. Divididos en facciones rivales, sólo en una cosa poníanse de acuerdo: en su aborrecimiento encarnizado a Brunequilda, a quien deseaban arrebatar toda influencia en el gobierno de su hijo. Esta aristocracia temible tenía por principales jefes al obispo de Reims, Egidio, notoriamente vendido al rey de Neustria, y al duque Raulking, el más rico de los austrasianos, hombre extrañamente depravado, que hacía el mal por gusto, como los otros bárbaros lo hacían por pasión o por interés. Contábanse de él rasgos de una crueldad fabulosa, como los que la tradición popular imputa a algunos castellanos de los tiempos feudales y cuyo recuerdo permanece unido a las ruinas de sus torreones. Cuando cenaba alumbrado por un esclavo que tenía en la mano una antorcha de cera, uno de sus juegos favoritos era obligar al pobre servidor a apagar el hachón entre sus piernas desnudas, y después a encenderlo y apagarlo de nuevo sucesivas veces de la misma manera. Cuánto más profunda era la llaga, más gozaba y reía el duque de Raulking con las contorsiones del infeliz sometido a aquella tortura. Hizo enterrar vivos en la misma fosa a dos de sus colonos, un mancebo y una joven, culpables de haberse casado sin su anuencia y a los que había jurado no separar a ruegos de un sacerdote. "He mantenido el juramento - exclamaba con sorna feroz - pues ya están juntos por toda la eternidad"...
Relatos de los Tiempos Merovingios, 1840
(recopilación de historias de la Galia entre los años 561 d.c. - 580 d.c.)
Augustin Thierry