Blood

La religión

“No soy un ateo. No creo que pueda llamarme panteísta. El problema implicado es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. Estamos en la posición de un niño pequeño entrando en una gran biblioteca llena de libros en muchos idiomas. El niño sabe que alguien debe haber escrito esos libros. No sabe cómo. No entiende los idiomas en que están escritos. El niño tenuemente sospecha que hay un orden misterioso en la ordenación de los libros pero no sabe cuál será. Esta es, me parece, la actitud de incluso el humano más inteligente hacia Dios. Vemos el universo maravillosamente ordenado y obedeciendo ciertas leyes, pero sólo tenuemente entendemos estas leyes.
La emoción más hermosa que podemos experimentar es lo misterioso. Es la emoción fundamental que está en la cuna de todo verdadero arte y ciencia. Aquel a quien esta emoción le es ajena, que ya no puede maravillarse y extasiarse en reverencia, es como si estuviera muerto, un candil apagado. Sentir que detrás de lo que puede experimentarse hay algo que nuestras mentes no pueden asir, cuya belleza y sublimidad nos alcanza sólo indirectamente: esto es la religiosidad. En esto sentido, y sólo en este, soy un hombre devotamente religioso.”

 Albert Einstein

Sophia

Aniversari


Las luces se han apagado, han sacado el pastel, aplaudían los padres, los tíos y los amigos, todos a la vez, agrupados en un unico grito: ¡qué pida un deseo! ¡qué pida un deseo! y tu nerviosa, como siempre que te toca ser el centro de atención, has fijado los ojos en un punto impreciso del comedor. Un segundo, dos segundos, tres segundos, cuatro y cinco.

Tus ojos cabalgaban buscando un deseo, las velas ardían y algunos de los amigos te enfocaban con cámaras de retratar, una voz comentaba ¡ay qué guapa está!, y yo en el fondo me terminaba el culito de la copa decidido a encontrar un rinconcillo adecuado para hacerme pequeño pequeño del tamaño de una mosca del tamaño de un mosquito.
Por una vez empequeñecido debajo los taburetes y una mesa alargada por los dos cavalletes, hacerme paso con prudencia por un entramado de zapatos de invierno, de confeti aplastado y esprintar maldiciendo la longitud de mis nuevos pasitos y esconderme entre un tapón de corcho y la pared, justo a tiempo que no me coma el cojones de gatito.
Y escalar las cenefas de tu vestido y falcar el pie izquierdo en un descosido y llegarte al hombro y sentarme en un botón y coger un pelín de aire y con un saltito impulsarme, engancharte un cabello, impulsarme en un último salto final, y acceder a tu deseo atravesando la pared del lagrimal: ahora un pie, ahora un brazo, ahora el torso, ahora la cabeza.
Y ya dentro del deseo ver si hay buen ambiente, repartir unas tarjetas ser amable con la gente y en maneras de ayuda discreto y educado, presentar mis respetos a la autoridad, escuchar con atención historias curiosas de los más viejos, hacerme fotos graciosas con otros ilustres viajeros y con un hombre con corbata que no sé quién es y en una nube de sueños que tienes al alcance y entre otras que lo siento, pero ya nunca vivirás, detectar un caminito que me aleje del grupo o una sombrita tranquila donde desapercibido me estire un ratito y por fin relajarme celebrando el placer indescriptible que es estar contigo hoy que te haces mayor, mientras fuera del ojo las velas se van apagando.

Limit to your love

Sleep forever

Not in love



Crystal Castles & Robert Smith