Anecdota

El naturalista Alexander von Humboldt le dijo a un amigo,
 que quería conocer a un verdadero lunático, y éste lo invitó a cenar.
 Días después, Humboldt se encontraba cenando con dos hombres.

Uno era cortés, algo reservado y no entraba en conversaciones ligeras.
 El otro vestía ropa pobremente combinada, parloteaba a sus anchas acerca
de cualquier pendejada, gesticulaba salvajemente, hacía caras horribles.

Al final de la cena, Humboldt se dirigió a su anfitrión.
“Me gusta su lunático”, le susurró señalando al hombre parlanchín.

 El anfitrión frunció el ceño:
“Pero el lunático es el callado; el hombre que está señalando es monsieur
Honoré de Balzac”.