Lucha

No es el crítico quien vale, ni tampoco el que señala donde el fuerte tropezó, o como pudo el autor de la hazaña haberlo hecho mejor.

El éxito pertenece al hombre que está en el ruedo, cuyo rostro está empañado por el polvo, por el sudor, y la sangre, que lucha valientemente, que llega y se queda corto una y otra vez.

Que en su mejor hora saborea al final el triunfo del propósito noble, y que en su peor hora si fracasa, al menos cae tras gran despliegue de audacia; por lo que su sitial nunca estará junto a aquellos seres fríos y tímidos que jamás han probado ni el triunfo ni la derrota.